La Responsabilidad Social Empresarial evoluciona y se vuelve valor compartido

La Responsabilidad social empresarial

Cuando hablamos de organizaciones o empresas, necesariamente nos estamos refiriendo a grupos de personas con variedad de intereses y un propósito común, situadas en un tiempo y espacio al cual influyen e impactan y del que reciben, más allá de un beneficio económico, una serie de requerimientos relacionados con la coexistencia, la convivencia y el beneficio mutuo.

Los cambios crecientes han marcado la evolución de las organizaciones y han exigido que estas reconozcan que su labor, no puede limitarse a satisfacer las necesidades del mercado y obtener por ello beneficio económico, sino que, por el contrario, exige hacer parte e incidir en el mejoramiento de las condiciones del entorno en el que se desenvuelven.

Las empresas, en este marco tienen una dimensión ética. Construyen su estrategia a partir de principios que se dejan registrados en actas o documentos legales, pero deben también guardar coherencia con los comportamientos organizacionales y los relacionamientos con otros grupos humanos, el medio ambiente, el orden social y la cultura. Las actividades de las empresas generan una serie de expectativas en los grupos de interés que son, en última instancia, los encargados de validar y legitimar tales acciones. Las buenas prácticas empresariales no son buenas per se, o porque benefician económicamente a quienes las realizan, se consideran buenas en la medida en que son percibidas por los stakeholders como impactos positivos  que generan confianza.

Como lo indica Juan Muñoz: “para que la empresa pueda mantener ese nivel de confianza y reputación ante los grupos de interés debe ser capaz de responder (de ser responsable) de sus acciones frente a la sociedad, manteniendo así la credibilidad y la legitimidad que necesita para actuar” (Muñoz, 2013). Es así como del concepto de responsabilidad, deviene el de Responsabilidad Social Corporativa.

Mas recientemente, se evoluciona desde la Responsabilidad Social Corporativa –RSC – hasta la Creación del Valor Compartido propuesta por Michael Porter y Mark Kramer en el 2006 y ampliada por los mismos autores en 2011, cuando definieron a la Creación de Valor Compartido como “Las políticas y prácticas operacionales que mejoran la competitividad de una empresa a la vez que ayudan a mejorar las condiciones económicas y sociales de las comunidades donde opera”. La creación del valor compartido se enfoca en identificar y expandir las conexiones entre los progresos económico y social y por ello, este concepto reconoce que las necesidades sociales y no sólo las necesidades económicas convencionales, son las que definen los mercados (Porter y Kramer, 2011).

Los autores proponen la posibilidad de retribuirle, de alguna manera, a la sociedad los beneficios que las empresas reciben de ella en la búsqueda de sus objetivos corporativos. Estos comportamientos responsables exigen a las empresas observar, entender e interactuar con el contexto global, nacional y local que las rodea y tomar como propia la preocupación por los impactos sociales, ambientales y económicos que generan, puesto que nos encontramos en un momento histórico dónde el comportamiento, los valores y la ética empresarial han adquirido un significado crucial. (Caravedo, 2011).

Esto implica, “no solo la integración voluntaria de una serie completa de políticas, prácticas y programas en operaciones comerciales tales como la salud y seguridad en el trabajo, la gestión de los recursos humanos, la gestión del impacto ambiental y los recursos naturales, sino también la adaptación al cambio” (Valverde Jeannette, 2012) e indica que las acciones de RSC deben responder “a la estrategia de involucrar a la empresa en un proceso en el que se beneficia no solo la reputación de la empresa o la sociedad en la que actúa, sino también los trabajadores, el medio ambiente, la comunidad misma y los inversionistas. Se plasma el sentido humanitario y altruista de los propietarios, se asegura la lealtad de la comunidad, se mejora la productividad del trabajo, se protege el medio ambiente y se satisface la necesidad de retorno de los inversionistas”. (Caravedo, 2011)

En esta consolidación de la ciudadanía corporativa es donde se considera la relación Ganar – Ganar, en la que las partes relacionadas en la compra venta o prestación de un servicio, reciben y se comparten, de ahí el nombre de “valor compartido”. Cada empresa crea valor compartido en los sectores en los que se desempeña, tomando en consideración aquellos grupos sociales que forman parte del ambiente externo de la organización y que impactan e influyen en la realización de sus actividades y procesos.

Lo que se busca no es realizar caridad, sino aportar y fortalecer al entorno social para que el sistema económico y los mercados se fortalezcan y en un plazo moderado haya nuevas formas de negocio y mejores condiciones empresariales. Lo anterior permite eliminar la enorme diferencia entre las empresas con finalidad de lucro y las llamadas ONG o “sin ánimo de lucro”, toda vez que la creación de valor compartido ofrece ventajas al generar ingresos y utilidades como resultado de las operaciones, pero también a través de la contribución que se haga al entorno social.

La creación de Valor Compartido es pues la política que considera que las empresas son grupos humanos que existen para satisfacer necesidades y expectativas de otros grupos humanos que, en su conjunto, forman la sociedad; se extiende a todos los stakeholders de las empresas y en esa medida, incluye a los empleados, los contratistas y por supuesto los accionistas y directivos, sin que ello implique desequilibrios o ventajas para estos grupos, por el hecho de ser considerados grupos de interés internos.

Sin el propósito de punto final sino para dejar abierto el debate, podríamos cerrar esta reflexión tomando las palabras de Díaz Cáceres (Diaz Cáceres, 2013), para quien el Valor Compartido es: “el estado de conciencia de la empresa, en el cual para la toma de decisiones se compromete a hacer lo correcto, en el momento correcto, en el lugar correcto y con los medios correctos para obtener los resultados correctos dentro de un marco de desarrollo sustentable que respete el equilibrio entre la sociedad, la naturaleza y la rentabilidad empresarial”, por lo cual valdría la pena preguntarse: ¿Qué tanto hemos avanzado en la creación de valor compartido desde las empresas privadas, con ánimo o sin ánimo de lucro a las que pertenecemos?

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